11.228 tubos de papel reciclado daban comienzo a la ruta por los escaparates más creativos de Toledo. Así daba nuestra obra el pistoletazo de salida a la edición 2018 del Festival de Arte Contemporáneo Cohete Toledo. El recorrido nos llevaba desde la emblemática plaza de Zocodover hasta la calle de los Reyes Católicos, precisamente al otro extremo del casco histórico toledano. El sol apretaba, pero el trabajo de mis compañeros artistas merecía aguantar el sobrecalentamiento.
Los días siguientes a esta primera toma de contacto con el festival se llevaron a cabo las instalaciones urbanas. A los 21 escaparates se le unieron 17 obras artísticas más, unas más transgresoras y otras más sutiles. Pero todas tenían algo que contar, sensaciones que transmitir o, simplemente, hacernos interactuar de alguna forma. Y no fue hasta la siguiente semana que pudimos dar por completada esta edición con el arte en acción. Baile, crítica y reivindicación llenaron los rincones que faltaban por artistificar en esta ciudad vieja.
LO MEJOR
Si tengo que elegir con qué quedarme tras esta primera experiencia en un festival de arte sería con la gente. Aun habiendo imaginado que conocería artistas muy interesantes, no puedo negar que han superado mis expectativas. Y hablo tanto de lo profesional como de lo personal. Organizadores, artistas, agentes culturales, público; disfruté mucho de toda conversación con cada uno de ellos.
Ya en el plano artístico me gustaría citar a los que, a mi parecer, merecían más toda nuestra atención. En cuanto a los escaparates, me quedo con cuatro artistas. Me gusta el hiperrealismo de Nata DPB, la misticidad de Jorge de la Cruz, lo llamativo de Jes Med y lo poético de Judith Mayor.
Son tres las instalaciones urbanas que más me han llamado la atención. La obra naturalista de _Lignum, las inquietantes miradas de Mila Vicente y la descontextualizada obra de Mario Gutiérrez Cru. Y para cerrar el círculo, el arte en acción. En este caso me he dejado embaucar más por las intervenciones de danza, con la invasiva actuación de Gilles Viandier y la impactante coreografía del Ballet Carmen Roche.
LO QUE CAMBIARIA
A pesar de las buenas sensaciones, no todo fue tan perfecto como siempre se desea. Pero lejos de querer hacer una crítica dañina, mi intención es que este festival viva muchos más ediciones.
Durante el transcurso del evento, el público tuvo la oportunidad de votar a sus artistas favoritos. Hasta aquí bien. Me parece genial que se involucre a la gente con estas propuestas culturales. Sin embargo, los métodos que se utilizaron no me parecieron ni mucho menos acertados. El voto por redes sociales fue totalmente caótico y los votos en urnas dentro de los comercios daban votos fáciles a los artistas locales. Además, puesto que este voto popular dista de ser un voto experto, no debería tener tanto valor. El premio, considero, debería ser diferente, casi simbólico.
Por otro lado, un jurado experto dio su veredicto nombrando a los ganadores en los apartados de mejor obra en escaparate y mejor obra en la vía pública. En este caso, fue la propia organización quien decidió estos ganadores. Sería muy positivo para ediciones futuras que los ganadores fuesen decididos por un jurado profesional no vinculado con la organización. Esto mejoraría la objetividad e incluso la visibilidad del festival invitando como jurado a profesionales de cierto reconocimiento.
Y un último apunte: difusión en medios especializados. Los medios de comunicación locales están muy bien y son totalmente necesarios. Sin embargo, un evento de estas características requiere además de formas de difusión mucho más concretas. Las webs y los blogs de arte reconocidos son la herramienta perfecta para llegar a más artistas. De esta manera mejoraría la calidad del festival y, con ello, su prestigio.
UN DESEO
Con todo, ha sido una experiencia fantástica. Cierro este último capítulo con el deseo de poder repetir en futuras ediciones con proyectos más depurados y ambiciosos. Me llevo nuevos amigos, nuevas ideas y nuevos proyectos, que no es poco.
FESTIVAL COHETE TOLEDO 2018
11.228 tubos de papel reciclado daban comienzo a la ruta por los escaparates más creativos de Toledo. Así daba nuestra obra el pistoletazo de salida a la edición 2018 del Festival de Arte Contemporáneo Cohete Toledo. El recorrido nos llevaba desde la emblemática plaza de Zocodover hasta la calle de los Reyes Católicos, precisamente al otro extremo del casco histórico toledano. El sol apretaba, pero el trabajo de mis compañeros artistas merecía aguantar el sobrecalentamiento.
Los días siguientes a esta primera toma de contacto con el festival se llevaron a cabo las instalaciones urbanas. A los 21 escaparates se le unieron 17 obras artísticas más, unas más transgresoras y otras más sutiles. Pero todas tenían algo que contar, sensaciones que transmitir o, simplemente, hacernos interactuar de alguna forma. Y no fue hasta la siguiente semana que pudimos dar por completada esta edición con el arte en acción. Baile, crítica y reivindicación llenaron los rincones que faltaban por artistificar en esta ciudad vieja.
LO MEJOR
Si tengo que elegir con qué quedarme tras esta primera experiencia en un festival de arte sería con la gente. Aun habiendo imaginado que conocería artistas muy interesantes, no puedo negar que han superado mis expectativas. Y hablo tanto de lo profesional como de lo personal. Organizadores, artistas, agentes culturales, público; disfruté mucho de toda conversación con cada uno de ellos.
Ya en el plano artístico me gustaría citar a los que, a mi parecer, merecían más toda nuestra atención. En cuanto a los escaparates, me quedo con cuatro artistas. Me gusta el hiperrealismo de Nata DPB, la misticidad de Jorge de la Cruz, lo llamativo de Jes Med y lo poético de Judith Mayor.
Son tres las instalaciones urbanas que más me han llamado la atención. La obra naturalista de _Lignum, las inquietantes miradas de Mila Vicente y la descontextualizada obra de Mario Gutiérrez Cru. Y para cerrar el círculo, el arte en acción. En este caso me he dejado embaucar más por las intervenciones de danza, con la invasiva actuación de Gilles Viandier y la impactante coreografía del Ballet Carmen Roche.
LO QUE CAMBIARIA
A pesar de las buenas sensaciones, no todo fue tan perfecto como siempre se desea. Pero lejos de querer hacer una crítica dañina, mi intención es que este festival viva muchos más ediciones.
Durante el transcurso del evento, el público tuvo la oportunidad de votar a sus artistas favoritos. Hasta aquí bien. Me parece genial que se involucre a la gente con estas propuestas culturales. Sin embargo, los métodos que se utilizaron no me parecieron ni mucho menos acertados. El voto por redes sociales fue totalmente caótico y los votos en urnas dentro de los comercios daban votos fáciles a los artistas locales. Además, puesto que este voto popular dista de ser un voto experto, no debería tener tanto valor. El premio, considero, debería ser diferente, casi simbólico.
Por otro lado, un jurado experto dio su veredicto nombrando a los ganadores en los apartados de mejor obra en escaparate y mejor obra en la vía pública. En este caso, fue la propia organización quien decidió estos ganadores. Sería muy positivo para ediciones futuras que los ganadores fuesen decididos por un jurado profesional no vinculado con la organización. Esto mejoraría la objetividad e incluso la visibilidad del festival invitando como jurado a profesionales de cierto reconocimiento.
Y un último apunte: difusión en medios especializados. Los medios de comunicación locales están muy bien y son totalmente necesarios. Sin embargo, un evento de estas características requiere además de formas de difusión mucho más concretas. Las webs y los blogs de arte reconocidos son la herramienta perfecta para llegar a más artistas. De esta manera mejoraría la calidad del festival y, con ello, su prestigio.
UN DESEO
Con todo, ha sido una experiencia fantástica. Cierro este último capítulo con el deseo de poder repetir en futuras ediciones con proyectos más depurados y ambiciosos. Me llevo nuevos amigos, nuevas ideas y nuevos proyectos, que no es poco.
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